lunes, 2 de agosto de 2010

El Encuentro con las Religiones

En el Concilio Vaticano II

Nostra Aetate

1. En nuestra época, en la que el género humano se une cada vez más estrechamente y aumentan los vínculos entre los diversos pueblos, la Iglesia considera más atentamente cuál es su relación con las religiones no cristianas.
En su tarea de promover la unidad y la caridad entre los hombres y también entre los pueblos, considera aquí, ante todo, aquello que es común a los hombres y que conduce a la mutua solidaridad.
Todos los pueblos forman una comunidad y tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el género humano sobre toda la faz de la tierra, y tienen también un mismo fin último, que es Dios, cuya providencia, testimonio de bondad y designios de salvación se extienden a todos, hasta que se unan los elegidos en la Ciudad Santa que estará iluminada por el resplandor de Dios y en la que los pueblos caminarán bajo su luz.

2. Las diversas religiones no cristianas

Hinduismo, Budismo y demás Religiones

La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de verdadero y santo. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque puedan discrepar en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Pero anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo, que es el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas.
Por consiguiente, exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y la colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de fe y vida cristianas, reconozcan, guarden y promuevan los bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que en ellos se dan.

3. La religión del Islam

La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios viviente y subsistente, misericordioso y todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres y a cuyos ocultos decretos procuran someterse con toda el alma, como se sometió a Dios Abraham, de quien la fe islámica gusta hacer referencia.
Si en el transcurso de los siglos surgieron no pocas desavenencias y enemistades entre cristianos y musulmanes, el Sagrado Concilio exhorta a todos a que, olvidando lo pasado, procuren sinceramente una mutua comprensión y, actuando en común, defiendan y promuevan para todos los hombres la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad.

4. La Religión Judía

Al investigar el misterio de la Iglesia este Sagrado Concilio recuerda el vínculo que une espiritualmente al pueblo del Nuevo Testamento con la raza de Abraham.
La Iglesia no puede olvidar ...
Por tanto siendo tan grande el patrimonio espiritual común a cristianos y judíos, este Sagrado Concilio quiere fomentar y recomendar el mutuo conocimiento y aprecio entre ellos, que se conseguirá sobre todo por medio de los estudios bíblicos y teológicos y con diálogos fraternos. ... La Iglesia no ha de señalar a los judíos como réprobos de Dios y malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras. Por consiguiente, procuren todos no enseñar en la catequesis ni en la predicación de la Palabra de Dios nada que no esté conforme con la verdad evangélica y con el espíritu de Cristo.
Además, la Iglesia, que reprueba toda persecución contra cualesquiera hombres, consciente de poseer un patrimonio común con los judíos e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos.
Por lo demás, la Iglesia siempre ha sostenido y sostiene que fue por los pecados de todos los hombres por los que Cristo, movido de inmensa caridad, se entregó voluntariamente a su Pasión y Muerte, para que todos consigan la salvación. Corresponde, pues, a la Iglesia en su predicación anunciar la cruz de Cristo como signo del amor universal de Dios y como fuente de toda gracia.

5. La Fraternidad universal excluye toda discriminación

No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a portarnos fraternalmente con algunos hombres creados a imagen de Dios. El que no ama no conoce a Dios.
Así se le quita el fundamento a todas las teorías o prácticas que introducen discriminación entre un hombre y otro, entre un pueblo y otro, en lo que toca a la dignidad humana y a los derechos que de ella dimanan.
La Iglesia por consiguiente reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivo de raza o color, de condición o religión. La Iglesia, en cuanto de ella depende, tenga paz con todos los hombres, para que sean verdaderamente hijos del Padre que está en el cielo.
Apostolicam Actuositatem

27. Cooperación con otros cristianos y con los no cristianos

El común patrimonio evangélico y, en consecuencia, el común deber de testimonio cristiano recomiendan, y muchas veces exigen, la cooperación de los católicos con otros cristianos, que hay que realizar por individuos particulares y por comunidades de la Iglesia, tanto en las actividades como en las asociaciones, en el campo nacional o internacional.
Los valores humanos comunes exigen también no rara vez una cooperación semejante de los cristianos que persiguen fines apostólicos con quienes no llevan el nombre cristiano pero reconocen estos valores.
Con esta cooperación dinámica y prudente, que es de gran importancia en las actividades temporales, los seglares rinden testimonio a Cristo, Salvador del mundo, y a la unidad de la familia humana.

Dignitatis Humanae

2. Objeto y Fundamento de la Libertad Religiosa

Este Sínodo Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres deben estar inmunes de coacción, tanto por parte de personas particulares, como por parte de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que en lo religioso ni se obligue a nadie a actuar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos. Declara además que el derecho a la libertad religiosa está realmente fundado en la dignidad misma de la persona humana, tal como se conoce por la palabra de Dios revelada y por la misma razón natural. Este derecho de la persona humana a la libertad religiosa se debe reconocer en el ordenamiento jurídico de la sociedad, de forma que se convierta en un derecho civil.

Ad Gentes

16. Constitución del Clero Local

Prepárense convenientemente para el diálogo fraterno con los no cristianos.

Gaudium et Spes

73. De una percepción más viva de la dignidad humana nace en diversas regiones del mundo el deseo de instaurar un orden político jurídico en el que queden mejor protegidos en el orden cívico los derechos de la persona, por ejemplo el derecho de libre reunión, de libre asociación y el de expresar la propia opinión y profesar, en público o en privado, la religión, pues la salvaguardia de los derechos de la persona es una condición necesaria para que los ciudadanos, individualmente o como asociación, puedan participar activamente en la vida y en la gestión de los asuntos públicos.

92. Nos dirigimos también por la misma razón a todos los que reconocen a Dios y en sus tradiciones conservan preciosos elementos religiosos y humanos, deseando que un diálogo abierto nos empuje a todos a aceptar fielmente los impulsos del Espíritu y a realizarlos con entusiasmo.
El deseo de este diálogo, que habrá de ser conducido hacia la verad por la sola caridad, conservada ciertamente la debida prudencia, de nuestra parte no excluye a nadie, ni a aquellos que cultivando los excelsos bienes del espíritu humano, aún no reconocen al Autor de esos bienes, ni siquiera a quienes se oponen a la Iglesia y en varias formas la persiguen. Siendo Dios Padre el principio y fin de todas las cosas, todos somos llamados a ser hermanos.




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