lunes, 2 de agosto de 2010

EL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO

El diálogo interreligioso está sustentado en una Teología de las Religiones que busca:

• No comparar fortalezas de una religión con debilidades de otra religión.
• El diálogo permitirá abrir el panorama sobre las diferentes religiones
• Establecido el diálogo con las demás religiones permitirá valorar la propia religión
• Diálogo no deja de lado el Anuncio que guarda la propia religión

El diálogo interreligioso supone la capacidad humana de dialogar que guarda las siguientes caraacterísticas descriptas en el siguiente documento de Pablo VI:

Ecclesiam Suam 38: Por tanto, este diálogo supone en nosotros, que queremos introducirlo y alimentarlo con cuantos nos rodean, un estado de ánimo; el estado de ánimo del que siente dentro de sí el peso del mandato apostólico, del que se da cuenta que no puede separar su propia salvación del empeño potr buscar laa de los otros, del que se preocupa continuamente por poner el mensaje de que es depositario en la circulación de la vida humana.
El coloquio es, por tanto, un modo de ejercitar la misión apostólica; es un arte de comunicación espiritual. Sus caracteres son los siguientes: 1) La Claridad ante todo: el diálogo supone y exige la inteligibilidad, es un intercambio de pensamiento, es una invitación al ejercicio de las facultades superiores del hombre; bastaría este solo título para clasificarlo entre los mejores fenómenos de la actividad y cultura humana, y basta esta su exigencia inicial para estimular nuestra diligencia apostólica a revisar todas las formas de nuestro lenguaje, para ver si es comprensible, si es popular, si es acogido.
2) Otro carácter es, además, la afabilidad, la que Cristo nos exhortó a aprender de sí mismo: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; el diálogo no es orgulloso, no es hiriente, no es ofensivo. Su autoridad es intrínseca por la verdad que expone, por la caridad que difunde, por el ejemplo que propone; no es un mandato ni una imposición. Es pacífico, evita los modos violentos, es paciente, es generoso.
3) La confianza, tanto en el valor de la propia palabra como en la disposición para acogerla por parte del interlocutor; promueve la familiaridad y la amistad; entrelaza los espíritus en una mutua adhesión a un Bien que excluye todo fin egoístico.
4) Finalmente, la Prudencia pedagógica, que tiene muy en cuenta las condiciones psicológicas y morales del que oye; si es un niño, si es una persona ruda, si no está preparada, si es desconfiada, hostil, y se esfuerza por conocer su sensibilidad y por adaptarse razonablemente y modificar las formas de la propia presentación por no serle molesto e incompresible.
Cuando el diálogo se conduce así, se realiza la unión de la verdad con la caridad, de la inteligencia con el amor. En el diálogo se descubre cuán diversos son los caminos que conducen a la luz de la fe y cómo es posible hacerlos converger al mismo. Aun siendo divergentes, pueden llegar a ser complementarios, empujando nuestro razonamiento fuera de los senderos comunes y obligándolo a profundizar en sus investigaciones y a renovar sus expresiones. La dialéctica de este ejercicio de pensamiento y de paciencia nos hará descubrir elementos de verdad aun en las opiniones ajenas, nos obligará a expresar con gran lealtad nuestra enseñanza y nos dará mérito por el trabajo de haberlo expuesto a las objeciones y a la lenta asimilación de los otros. Nos hará sabios, nos hará maestros.

En el documento Diálogo y Anuncio 42-44 dan las cuatro formas de Diálogo Interreligioso:

Existen diferentes formas de diálogo Inter-Religioso. Cuatro son las formas citadas, sin que se haya tratado de establecer un orden de prioridad:
a) El diálogo de la vida: en el que las personas se esfuerzan por vivir en un espíritu de apertura y de buena vecindad, compartiendo sus alegrías y penas, sus problemas y preocupaciones humanas.
b) El diálogo de las obras, en el que los cristianos y las restantes personas colaboran con vistas al desarrollo integral y la libertad de la gente.
c) El diálogo de los intercambios teológicos, en el que los expertos buscan profundizar la comprensión de sus respectivas herencias religiosas y apreciar recíprocamente sus propios valores espirituales.
d) El diálogo de la experiencia religiosa, en el que las personas enraizadas en sus propias tradiciones religiosas comparten sus riquezas espirituales, por ejemplo en lo que se refiere a la oración y la contemplación, la fe y las vías de la búsqueda de Dios y el Absoluto.

Sería conveniente no perder de vista la variedad de formas de diálogo. Si se reduce el intercambio teológico, el diálogo podría considerarse como un producto de lujo para la misión de la Iglesia, y, por eso, un campo reservado a los especialistas. Al contrario, guiados por el Papa y los Obispos, todas las Iglesias locales y todos los miembros de estas Iglesias están llamados al diálogo, pero no todos de la misma manera.
Los contactos de la vida cotidiana y el empeño común en la acción abrirán normalmente el camino para cooperar en la promoción de los valores humanos y espirituales: en fin, podrían conducir también hacia el diálogo de la experiencia religiosa, respondiendo a los grandes interrogantes que las circunstancias de la vida suscitan en el espíritu humano. Los intercambios a nivel de la experiencia religiosa, pueden iluminar las experiencias y favorecer contactos más estrechos.

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