lunes, 26 de julio de 2010


SANTO TOMÁS DE AQUINO (Biografía)
(1225-1274)

Nació en el castillo de Roccasecca, de familia noble en la que por línea materna heredaba la sangre de los normandos establecidos en el reino de Nápoles. Educado en la abadía de Montecasino, después de cursar en Nápoles las artes liberales, ingresó en 1244 en la orden de los Predicadores. Tuvo que vencer la oposición de su familia, explicable por el hecho del prestigio e influencia escasos de la nueva orden mendicante.
Estudió en París y en Colonia con Alberto Magno. Entre 1252 y 1255 es “bachiller” o “lector” en París, en donde se gradúa como Maestro en 1256. Por intervención Pontificia fue con san Buenaventura, promovido a la cátedra de teología establecida en la Universidad, después de la querella de los seculares contra las órdenes mendicantes. Entre 1259 y 1268 sigue a la corte pontificia en Anagni, Orvieto, Roma y Viterbo. Su segundo período de magisterio en París se desenvuelve entre 1269 y 1272, fecha en que se traslada a la universidad de Nápoles. Cuando se dirigía por mandato pontificio al II concilio de Lyón muere en la abadía cisterciense de Fossa Nova el 7 de marzo de 1274.

Teología y Filosofía:

“Puesto que la gracia no destruye a la naturaleza sino que la perfecciona, es necesario que la razón natural sirva a la fe” (ST 1 q. q, a 8, ad2)

Este principio, una de las ideas directivas de la obra del teólogo santo Tomás de Aquino, da razón de que, siguiendo a su maestro San Alberto Magno, insistiese en la definición precisa, y en su distinción respecto de la doctrina sagrada, de las “disciplinas filosóficas”.
Hay un doble orden de verdades cognoscibles por el hombre, incluso sobre las “cosas divinas”. Mientras la inteligencia de la fe en la tradición de la sabiduría cristiana de san Agustín había buscado la comprensión de que Dios existe como la de una verdad “creída” para proseguir en la búsqueda de “razones necesarias” sobre la Trinidad y la encarnación del Verbo, para Santo Tomás “que Dios existe, y otras cosas de este género, que pueden ser conocidas por la razón natural sobre Dios, no son artículos de la fe, sino preámbulos para los artículos”.
Y lo razona a partir de aquel principio capital: “pues la fe presupone el conocimiento natural, así como la gracia presupone la naturaleza y toda perfección presupone lo que es perfectible” (ST 1 q, 2 a., ad 2)
La racionalidad del hombre, entendida como su aptitud para traspasar con su conocimiento metafísico el ente mundano y ascender a dios como su causa primera, es para santo Tomás la “potencia obediencial” de la naturaleza humana en la línea cognoscitiva, en orden a la elevación por la fe y la gracia.
Sobre estos supuestos se fundamenta la distinción de objeto, principio y método entre la teología y la filosofía. Mientras en la doctrina sagrada el objeto es Dios mismo según que se revela, y por ser los principios de la misma las verdades creídas por la fe procede por vía de autoridad divina y subsume y utiliza bajo ella la argumentación racional, el conocimiento filosófico se apoya en los principios connaturales del conocimiento humano, y de tal modo razona apoyado en ellos que en este orden “el argumento que se apoya en la autoridad es el más débil de todos” (ST 1 q., 1, a., 8, ad 2)

A continuación tienes el texto transcripto sobre el artículo de la Suma Teológica sobre las cinco vías que demuestran filosóficamente la existencia de Dios.

1 q. 2 a.3

Si Dios Existe

Dificultades. Parece que Dios no existe.

1. Si de dos contrarios suponemos que uno sea infinito, éste anula totalmente su opuesto. Ahora bien, el nombre o término “Dios” significa precisamente, un bien infinito. Si, pues, hubiese Dios, no habría mal alguno pero hallamos que en el mundo hay mal. Luego Dios no existe.
2. Lo que pueden realizar pocos principios, no lo hacen muchos. Pues en el supuesto de que Dios no exista, pueden otros principios realizar cuanto vemos en el mundo, pues las cosas naturales se reducen a su principio, que es la naturaleza y las libres, al suyo, que es el entendimiento y la voluntad humana. Por consiguiente, no hay necesidad de recurrir a que haya Dios.

Por otra parte, en el libro del Éxodo dice Dios de sí mismo: “Yo soy el que soy”.

Respuesta. La existencia de Dios se puede demostrar por cinco vías. La primera y más clara se funda en el movimiento. Es innegable, y consta por el testimonio de los sentidos, que en el mundo hay cosas que se mueven. Pues bien, todo lo que se mueve es movido por otro, ya que nada se mueve más que en cuanto está en potencia respecto a aquello para lo que se mueve. En cambio, mover requiere estar en acto, ya que mover no es otra cosa que hacer pasar algo de la potencia al acto, y esto no puede hacerlo más que lo que está en acto, a la manera como lo caliente en acto, v.gr, el fuego hace que un leño, que está caliente en potencia, pase a estar caliente en acto. Ahora bien, no es posible que una misma cosa esté, a la vez, en acto y en potencia respecto a lo mismo, sino respecto a cosas diversas: lo que v. gr., es caliente en acto, no puede ser caliente en potencia, sino que en potencia es a la vez frío. Es pues, imposible que una cosa sea por lo mismo y de la misma manera motor y móvil, como también lo es que se mueva a sí misma. Por consiguiente, todo lo que se mueve es movido por otro. Pero, si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero, y éste a otro. Más no se puede seguir indefinidamente, porque así no habría un primer motor y, por consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un bastón nada mueve si no lo impulsa la mano. Por consiguiente es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie, y éste es el que todos entienden por Dios.
La segunda vía se basa en la causalidad eficiente. Hallamos que en este mundo de lo sensible hay un orden determinado entre las causas eficientes; pero no hallamos que cosa alguna sea su propia causa, pues en tal caso habría de ser anterior a sí misma, y esto es imposible. Ahora bien, tampoco se puede prolongar indefinidamente la serie de las causas eficientes, porque siempre que hay causas eficientes subordinadas, la primera es causa de la intermedia, sea de una o muchas, y ésta causa de la última; y puesto que, suprimida una causa, se suprime su efecto, si no existiese, una que sea la primera, tampoco existiría la intermedia ni la última. Si, pues, se prolongase indefinidamente la seri de causas eficientes, no habría causa eficiente primera, y, por lo tanto ni efecto último ni causa eficiente intermedia, cosa falsa a todas luces. Por consiguiente, es necesario que exista una causa eficiente primera, a la que todos llaman Dios.
La tercera vía considera el ser posible o contingente y el ser necesario, y puede formularse así. Hallamos en la naturaleza cosas que pueden existir o no existir, pues vemos seres que se producen y seres que se destruyen, y, por tanto, hay posibilidad de que existan y de que no existan. Ahora bien, es imposible que los seres de tal condición hayan existido siempre, ya que lo que tiene posibilidad de no ser hubo un tiempo en que ninguna existía. Pero, si esto es verdad, tampoco debiera existir más que en virtud de lo que ya existe, y, por lo tanto, si nada existía, fue imposible que empezase a existir cosa alguna, y en consecuencia, ahora no habría nada, cosa evidentemente falsa. Por consiguiente, no todos los seres son posibles o contingentes, sino que entre ellos, forzosamente, ha de haber alguno que sea necesario. Pero el ser necesario o tiene la razón de su necesidad en sí mismo o no la tiene. Si su necesidad depende de otro, como no es posible, según hemos visto al tratar de las causas eficientes, aceptar una serie indefinida de cosas necesarias, es forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de la necesidad de los demás, a lo cual todos llaman Dios.
La cuarta vía considera los grados de perfección que hay en los seres.
Vemos en los seres que unos son más o menos buenos, verdaderos y nobles que otros, y lo mismo sucede con las diversas cualidades. Pero el más y el menos se atribuye a las cosas según su diversa proximidad a lo máximo, y por esto se dice lo más caliente de lo que más se aproxima al máximo calor. Por tanto, ha de existir algo que sea verísimo, nobilísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo; pues, como dice el Filósofo, lo que es verdad máxima es máxima entidad. Ahora bien, lo máximo en cualquier género es causa de todo lo que en aquel género existe, y así el fuego, que tiene el máximo calor, es causa del calor de todo lo caliente, según dice Aristóteles.
Existe, por consiguiente, algo que es para todas las cosas causa de su ser, de su bondad y de todas sus perfecciones, y a esto llamamos Dios.
La quinta vía se toma del gobierno del mundo. Vemos, en efecto, que cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin, como se comprueba observando que siempre o casi siempre, obran de la misma manera para conseguir lo que más les conviene; por donde se comprende que no van a su fin obrando al acaso, sino intencionadamente. Ahora bien, lo que carece de conocimiento no tiende a un fin si no lo dirige alguien que entiende y conozca, a la manera como el arquero dirige la flecha. Luego existe un ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a su fin, y a éste llamamos Dios.

Soluciones.

1. Dice San Agustín que “siendo Dios el bien supremo, de ningún modo permitiría que hubiese en sus obras mal alguno si no fuese tan omnipotente y bueno que del mal sacase bien”. Luego pertenece a la infinita bondad de Dios permitir los males para de ellos obtener los bienes.
2. Como la naturaleza obra para conseguir un fin en virtud de la dirección de algún agente superior, en lo mismo que hace la naturaleza interviene Dios como causa primera. Asimismo lo que se hace deliberadamente, es preciso reducirlo a una causa superior al entendimiento y voluntad humanos, porque estos son mudables y contingentes, y lo mudable y contingente tiene su razón de ser en lo que de suyo es inmóvil y necesario, según hemos dicho.

sábado, 24 de julio de 2010

Bernard Lonergan


Bernard Lonergan (Biografía)

Nació el 17 de Diciembre de 1904 en Buckingham, Quebec, Canadá.
Entró en la Compañía de Jesús en 1922, obtuvo su Licenciatura en Filosofía por Heythrop College en 1929, fue ordenado sacerdote en 1933, obtuvo su Doctorado en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana en 1940.

Fue autor de Insight: Un estudio sobre el Entendimiento Humano (1957) y Método en Teología (1972).

Nombrado por Pablo VI como uno de los miembros originales de la Comisión Teológica Internacional.

“La palabra Loneganiano ha aparecido en los últimos días. En cierto sentido no hay algo así. Por que lo que estoy pidiendo a la gente es descubrir algo en ellos mismos y descubrirse a sí mismos”

Bernard Lonergan.

A continuación ofrezco un resumen de su libro “Método en Teología”.

Del presente resumen me interesan mostrar desde la página 1 a la 4 que son conceptos que se vierten en clase con el objeto de enriquecer el Concepto de Teología que estudiamos desde San Anselmo.
Son apuntes propios que suponen la lectura del libro y que están elaborados para recordar conceptos fundamentales del libro que me han llamado la atención.
La obra supone una lectura mucho más compleja y aquí simplemente aparecen ideas conductoras que me ayudaron a entender la obra.


MÉTODO EN TEOLOGÍA

Bernard Lonergan
Libro leído desde el 28/12/07 al 01/07/08

INTRODUCCIÓN

1. La Teología es una mediación entre una determinación matriz cultural y el significado y función de una religión dentro de dicha matriz.

2. Cuando prevalece la noción clásica de cultura, la teología se concibe como una realización acabada y entonces se discurre sobre su naturaleza. Cuando la cultura se concibe en forma empírica, la Teología se enfoca como un proceso evolutivo y entonces se escribe según su método.

3. El método no es un conjunto de reglas que cualquiera, incluso un tonto, ha de seguir meticulosamente; es más bien un marco destinado a favorecer la creatividad y la colaboración.
El método describe los diversos grupos de operaciones que los teólogos han de realizar en el cumplimiento de sus diversas tareas. En nuestra época el método ha de concebir estar tareas en el contexto de la ciencia actual, de la erudición y de la filosofía contemporánea, del carácter histórico de la praxis colectiva y de la corresponsabilidad.

4. Modelo en cuanto instrumento que conviene tener presente cuando se ha de afrontar una situación o emprender un trabajo.
b. Pero el lector tiene que descubrir algo más que un modelo.
c. Cada uno ha de encontrar en sí mismo la estructura dinámica de su ser personal. Está estructura es la condición de cualquier revisión.
d. El método es un marco que favorece la creatividad.
e. No me interesan en primera instancia los temas tratados por los teólogos sino las operaciones que estos realizan.

1

METÓDO

I. Noción Preliminar

1. Un método es un esquema normativo de operaciones recurrentes y relacionadas entre sí que producen resultados acumulativos y progresivos.

2. El método de las ciencias naturales: Experiencia, investigación por observación, descripción, problemas, descubrimientos, hipótesis, experimentos, confirmación o no.
Los resultados son Acumulativos y Progresivos.

3. En general, el método es un esquema normativo de operaciones recurrentes y relacionados entre sí que producen resultados acumulativos y progresivos.
b. Nuestra noción de método no es un conjunto de reglas, sino un esquema de operaciones, previo y normativo, del cual pueden derivarse reglas.
c. Hay operaciones no-lógicas. La ciencia moderna usa la lógica (investigación – observación – descubrimiento – experimento – síntesis – verificación - y la no lógica)

II. El Esquema Fundamental de las Operaciones

1. Las operaciones del esquema son:
ver inquirir reflexionar evaluar
oír imaginar ordenar decidir
tocar entender ponderar la evidencia hablar
oler concebir juzgar escribir
gustar formular deliberar

El lector tendrá que esforzarse por descubrir en su propia experiencia las relaciones dinámicas que conducen de una operación a la siguiente.
1) La lista es transitiva; por ellas nos hacemos conscientes del Objeto.
2) La Lista pertenece a un operador llamado sujeto; en el sentido de que opera conscientemente. Se experimenta a sí mismo operando. Instropección.

2. Hay que distinguir diferentes niveles de conciencia y de intencionalidad.
4 Niveles: 1) Empírico: tenemos sensaciones, percibimos, imaginamos, sentimos, hablamos, nos movemos.
2) Intelectual: inquirimos, llegamos a entender, expresamos lo entendido, elaboramos presuposiciones e implicaciones de nuestra expresión.
3) Racional: reflexionamos, ordenamos evidencias.
4) Responsable: llegamos a tomar decisiones.
b. Al ascender de un nivel a otro es más pleno el Yo del cual somos más conscientes y la conciencia misma es diferente.

3. Modos cualitativamente distintos de tender a ... Categorial = Determinaciones
Trascendental = Comprensivos en la connotación, irrestrictos en la denotación, invariables en los cambios culturales.

4. Operaciones que tienden a Objetos: Objetos: elementales y Compuestos. Conocimiento: elemental y compuesto.

III. Método Trascendental

1. Todo hombre conoce y aplica el método trascendental en la medida que es. No se alcanza leyendo, escuchando o analizando sino objetivando la conciencia.
Se trata de aplicar las operaciones en cuanto intencionales a las operaciones en cuanto conscientes.
El método nos ayudará a ser atentos, inteligentes, razonables, responsables.

Experimentar Atentos
Entender Inteligentes
Juzgar Razonable
Decidir Responsable

IV. Funciones del Método Trascendental

1. Función Normativa; Crítica; Dialéctica; Sistemática; Continuidad sin Rigidez; Heurística: transforma lo desconocido en conocido. Investiga, Fundante.

2. Método Trascendental. Pertinente a la Teología. Clave para la Unificación de las Ciencias.

El método Trascendental ofrece el componente antropológico fundamental, pero no el componente específicamente religioso. En consecuencia, para pasar del método trascendental al método teológico, es necesario reflexionar sobre la religión. Pero para poder hablar de religión debemos abordar antes las cuestiones del bien humano y de la significación humana.

2

EL BIEN HUMANO

1. El bien siempre es concreto, pero las definiciones son abstractas. Por eso el presente capítulo pretende más bien reunir los diversos componentes del bien humano: habilidades, sentimientos, valores, creencias, cooperación, progreso y decadencia.

I. Habilidades
1. La habilidad se adquiere. Consiste en un elemento nuevo que es una adaptación a algún objeto nuevo o a alguna situación nueva. En la adaptación hay dos elementos: la asimilación y la acomodación.

La habilidad lleva a la maestría.

Mediación: Cultura: inferior: no explica la significación por eso cae en el Mito y la Magia.
Superior: Clásica o Modernas: desarrolla técnicas reflexivas.

Desarrollo cultural y de caracterizar la liberación del hombre frente a ese desarrollo en el juego, en el climax del amor humano, en la experiencia estética y en la oración contemplativa.

II. Sentimientos.

1. Los sentimientos se desarrollan no menos que las habilidades. Son fundamentalmente espontáneos. Pero una vez surgidos pueden ser reforzados por la atención y la aprobación, o pueden ser debilitados por la desaprobación y la distracción.
b. Además, los sentimientos son enriquecidos y refinados mediante el estudio atento de la riqueza y variedad de los objetos que los excitan y así una no pequeña parte de la educación consiste en fomentar un clima de discernimiento y de gusto ayudándole a autotrascenderse.

2. Cuando un sentimiento del que somos plenamente conscientes, profundo y fuerte, cuando lo reforzamos deliberadamente, que canaliza nuestra atención, configura nuestro horizonte y dirige la vida de una persona. Eso es amor.
Un hombre y una mujer que se enamoran se empeñan en amar no solamente la presencia del amado, sino en todo momento.
El amor mutuo es el enlace de dos vidas. Transforma un “Yo” y un “Tu” en un “Nosotros” tan íntimo, tan seguro, tan permanente, que cada uno vela, imagina, piensa, planea, siente, habla, actúa pensando en los dos.

III. La Noción de Valor
IV. Juicios de Valor

1. Pero en la cumbre de la ascensión que comenzó con ese haz infantil de necesidades, gritos y satisfacciones, hay que encontrar la alegría hondamente enraizada y la paz sólida, el poder y el vigor que produce el estar enamorado de Dios. En la medida en que se alcanza está cumbre, el valor supremo es Dios y los otros valores son la expresión que Dios hace de su amor en este mundo: en sus aspiraciones y metas. En la medida en que el amor que alguien tiene a Dios es completo, será valor todo lo que él ame y será mal todo lo que él odie; de tal manera que en frase de S. Agustín quien ama a Dios puede hacer lo que le place.

Entonces la afectividad será de una sola pieza. Los desarrollos ulteriores solamente completarán las realizaciones previas. Las infidelidades a la gracia serán más raras y enmendadas más rápidamente.

2. Pero el crecimiento continuo parece ser raro. Existen las desviaciones ocasionadas por necesidades neuróticas. Hay que contar con la negativa a abandonar rutinas en que las personas se han instalado y a aventurarse en una manera de vivir más rica pero de la cual no se ha hecho todavía la experiencia.

Se dan también esfuerzos erróneos para apaciguar una conciencia intranquila mediante la ignorancia, la minimización, la negación o el rechazo de valores superiores. La escala de preferencia se deforma, los sentimientos se amargan. Las desviaciones se infiltran en la perspectiva que se tiene; la racionalización se introduce en la moral; la ideología, en el pensamiento. Así se puede llegar a odiar lo que verdaderamente es bueno y a amar lo que realmente es malo. Esta calamidad no se limita a los individuos. Puede afectar también a grupos, a naciones, a bloques de naciones, y aún al género humano.

3. Mediante la noción trascendental del valor y su expresión en una conciencia buena y en una conciencia intranquila, es como puede el hombre desarrollarse moralmente. Pero un juicio moral integral es siempre obra de un sujeto plenamente desarrollado en su auto – trasecenderse o, como diría Aristóteles, de un hombre virtuoso.

V. Creencias

1. Apropiarse de la herencia social, cultural, religiosa de uno mismo es, en gran parte, un asunto que implica la CREENCIA.
b. Creencia es el carácter social e histórico del conocimiento. El conocimiento humano no es, pues, una posición individual, sino más bien un fondo común, del que cada uno puede aprovecharse si acepta creer, y al que cada uno puede contribuir.
c. Se promueve el progreso siendo atento, inteligente, razonable y responsable, no solamente en todas las operaciones cognoscitivas, sino también cuando se habla o se escribe.

VI. La Estructuración del Bien Humano
VII. Progreso y Decadencia

1. El progreso procede de los valores originantes, es decir de los sujetos que son verdaderamente ellos mismos mediante la observancia de los preceptos trascendentales: sé atento, sé inteligente, sé razonable, sé responsable.
b. El progreso naturalmente, no consiste simplemente en hacer alguna mejora, sino en un fluir continuo de mejoras.


3

LA SIGNIFIACIÓN

1. La significación se encarna y encuentra su soporte en la intersubjetividad humana, en el arte, en los símbolos, en el lenguaje, en la vida y en los hechos de las personas.

I. Intersubjetividad

1. La intersubjetividad se manifiesta no solamente en la ayuda mutua espontánea, sino también en algunas de las formas en que se comunican los sentimientos. Nos referimos aquí a Max Scheler, quien distinguió entre comunidad de sentimientos, simpatía, contagio psíquico e identificación emocional.

II. Significación Intersubjetiva

1. Además de la intersubjetividad de acción y de sentimientos, se dan también comunicaciones intersubjetivas de significación. Fenomenología de la sonrisa.

III. Arte

1. Suzanne Langer define el arte como la objetivación de un esquema puramente experiencial, y se explica cuidadosamente cada uno de los términos de dicha definición.
b. Un esquema puede ser abstracto o concreto. Hay un esquema abstracto en la partitura de una pieza de música, o en los surcos dentados de un disco de gramófono. Y hay un esquema concreto en estos colores, estos tonos, estos volúmenes, estos movimientos.
c. Ahora bien, el esquema de lo percibido es también el esquema de percibir, y el esquema de percibir es un esquema experiencial. Pero todo percibir es un seleccionar y un organizar. Precisamente porque todo lo percibido se ajusta a un esquema, por eso puede ser percibido fácilmente. Por eso se puede también repetir una sucesión de ruidos callejeros. Así el verso graba la información en la memoria.
d. se dice que un esquema es puro en la medida en que excluye esquemas extraños que instrumentalizan la experiencia.
e. La pureza exigida en el esquema experiencial no tiende a empobrecer la experiencia sino a enriquecerla. Recorta lo que es extraño a la experiencia, a fin de permitirle alcanzar la plena complementación del sentimiento.

2. La expresión adecuada de la significación elemental es la obra de arte misma. Esa significación se encuentra en el interior de la conciencia el artista; pero en un primer momento es tan solo implícita, plegada en sí misma, velada, oculta, inobjetivada. Consciente de ella el artista tiene aún que acabar de captarla; se siente impulsado a contemplarla, imspeccionarla, analizarla, gozarla, repetirla; y esto significa objetivarla, desplegarla, explicitarla, desvelarla, revelarla.
b. El proceso de objetivación implica una distancia psíquica. Implica apartarse, distinguirse, separarse de la experiencia.
c. El arte no es una autobiografía; ni es la narración que se hace de la propia historia al psiquiatra. Es la captación de lo que es o aparece significativo, de importancia, de interés y de alcance para el hombre. El arte es más verdadero, más sútil, más efectivo que la experiencia, porque va más a lo esencial. El arte se concentra en el momento capital y en sus implicaciones propias, y estas se despliegan sin las distorisiones, las interferencias y las intrusiones accidentales del esquema original.

3. La aprehensión y la apreciación de la obra de arte no consisten en la aclaración conceptual de la misma, ni es sopesar con juicios conceptuales los elementos de prueba acerca de su significación. La obra de arte es una invitación a participar, a hacer la experiencia, a ver por sí mismo.
b. La obra de arte lo invita a uno a apartarse de la vida práctica y a explorar posibilidades de una vida más plena en un mundo más rico.

IV. Símbolos

1. Un símbolo es una imagen de un objeto real o imaginario que evoca un sentimiento, o es evocado por un sentimiento. Los sentimientos se refieren a objetos, a otros sentimientos y a su sujeto.

2. Los símbolos obedecen a leyes, pero no a las de la lógica sino a las de la imagen y el sentimiento. En lugar del grupo lógico, el símbolo usa una figura representativa. Sustituye la univocidad por una abundancia de múltiples significaciones. No demuestra algo, sino que abruma con una pluralidad de imágenes que convergen en una significación.

3. El símbolo tiene, entonces, el poder de reconocer y de expresar lo que el discurso lógico detesta: la existencia de tensiones internas, de imcompatibilidades, de conflictos, luchas y destrucciones.

4. Explicar el símbolo es ir más allá del símbolo. Es pasar a la lingüística.

5. Nuestra aprehensión de los valores se da en respuestas intencionales, en sentimientos; aquí también es necesario que los sentimientos revelen sus objetos, e inversamente, que los objetos despierten sentimientos. Es a través de los símbolos como se comunican el espíritu y el cuerpo, el espíritu y el corazón, el corazón y el cuerpo.

V. Significación Lingüística

1. La significación alcanza su máxima liberación encarnándose en el lenguaje, es decir, en un conjunto de signos convencionales. Porque los signos convencionales pueden multiplicarse en forma casi indefinida y pueden diferenciarse y especializarce hasta un máximo de refinamiento. Se los puede usar, también, en forma reflexiva, en el análisis y control de la misma significación lingüística. Por el contrario, las significaciones intersubjetivas y simbólicas parecen estar restringidas a la espontaneidad de las personas que viven juntas.

2. El lenguaje no solamente moldea la conciencia que se va desarrollando, sino que estructura también el mundo que rodea al sujeto.
b. A medida que el lenguaje se desarrolla, surge una distinción entre lenguaje ordinario, técnico y literario.

VI. Significación Personificada

La significación que se encarna en una persona combina todas o, al menos, la mayoría de las otras formas de expresión de la significación. Puede ser a la vez intersubjetiva, artística, simbólica, lingüística. Es la significación de una persona, de su forma de vida, de sus palabras, de sus hechos.

VII. Elementos de Significación

Hay que distinguir: las fuentes, los actos, los términos de la significación.

VIII. Funciones de la Significación

1. Lo primero es de orden cognoscitivo: del mundo del niño al del adulto.
Inseguro

2. Es del orden de la Eficiencia.

3. y 4. Del orden Constituva y del orden Comunicativa: Produce comunidad, Existencia y Historia.

IX. Campos de la Significación

1. El retirarse a la interioridad no es un fin en sí mismo. De ella se regresa a los campos del sentido común y de la teoría, pero con la habilidad para hacer frente a la exigencia metódica.

X. Fases de la Significación

XI. Lenguaje Primitivo

Mito y Magia

XII. Descubrimiento del Espíritu por los Griegos

1. Cuando avanza la técnica se revela la ineficacia de la magia. Se pasa a la súplica religiosa. Pero para quebrar el Mito el hombre tiene que descubrir el espíritu.

XIII. La segunda fase es la Filosofía, la Tercera es la Ciencia.

XIV. La Consciencia indiferenciada en las últimas fases.


4

RELIGIÓN

I. La Cuestión de Dios
II. Auto – Trascendencia

1. El hombre realiza su autenticidad en la auto – trascendencia. Uno puede vivir en un mundo, tener un horizonte, justamente en la medida en que no está encerrado en sí mismo.

2. Las nociones trascendentales, es decir, nuestras cuestiones para la inteligencia, para la reflexión y para la deliberación, constituyen nuestra capacidad de auto – trascendencia. Esta capacidad llega a ser actualidad cuando uno se enamora. Nuestro ser se transforma entonces en un estar enamorado.
Este estar enamorado tiene sus antecedentes, sus causas, sus condiciones, sus ocasiones. Pero, una vez que ha florecido, y en tanto en cuanto perdura, se constituye en el primer principio. De él fluyen nuestros deseos y temores, nuestras alegrías y tristezas, nuestro discernimiento de los valores, nuestras decisiones y realizaciones.
El estar enamorado se manifiesta de diversas maneras. Existe el amor de intimidad, el amor del esposo y la esposa, de los padres y de los hijos. Existe el amor del prójimo con su fruto de realización en el bienestar humano. Existe el amor a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas. Es el amor de Dios que inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.

3. Así como la pregunta por Dios está implícita en todo nuestro cuestionar, así también el estar enamorado de Dios es la realización básica de nuestra intencionalidad consciente. Esta realización trae consigo una felicidad tan profundamente arraigada que puede permanecer a pesar de la humillación, del fracaso, de la privación, del dolor, de la traición, de la deserción.
Esta realización trae una paz radical, la paz que el mundo no puede dar.
Es una realización que produce sus frutos en un amor al prójimo que se esfuerza poderosamente en instaurar el Reino de Dios en esta tierra. Por otra parte, la ausencia de esta realización abre el camino a la trivialización de la vida humana que procede del cruel ejercicio del poder, y al desesperar del bienestar humano como consecuencia de la convicción de que el universo es absurdo.

III. Experiencia Religiosa

1. Estar enamorado de Dios, como experiencia, es estar enamorado sin restricciones. Todo amor es auto – entrega, pero estar enamorado de Dios es estar enamorado sin límites o cualificaciones o condiciones o reservas.

2. No es el producto de nuestro conocer y de nuestro elegir, es un estado dinámico y consciente de amor, alegría, paz, que se manifiesta en actos de benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, auto – control (Gal 9, 22)

3. Decir que este estado dinámico es consciente no es decir que sea conocido.
Porque la conciencia es precisamente experiencia, mientras que el conocimiento es el conjunto de las actividades de experimentar, entender y juzgar.
Como este estado dinámico es consciente sin ser conocido, resulta ser una experiencia del misterio. Puesto que es estar enamorado, el misterio no es meramente atractivo sino fascinante; a él pertenecemos y por él somos poseídos.
b. En cuanto es consciente sin ser conocido, el don del amor de Dios es por sí mismo una experiencia de lo santo, del misterio fascinante y tremendo.
c. Así el don del Amor de Dios ocupa el fundamento y la raíz del cuarto y más elevado nivel de la consciencia intencional del hombre. Es algo que se apodera de la cima del alma.

IV. Expresiones de la Experiencia Religiosa

1. La experiencia religiosa se manifiesta espontáneamente en un cambio de actitudes; en esos frutos del Espíritu que son el amor, la alegría, la paz, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el auto – control. Pero la experiencia religiosa, en su base y en su foco, es afectada por el misterio fascinante y tremendo.

V. Dialéctica del Desarrollo Religioso

1. El desarrollo religioso no consiste simplemente en que el estado dinámico de estar enamorado sin restricciones se despliegue en todas sus consecuencias.
Porque ese amor es la cima de la auto – trascendencia y la auto – trascendencia del hombre es precaria.
La auto – trascendencia implica en sí misma una tensión entre uno mismo en cuanto trascendente y uno en cuanto trascendido. Así pues, la autenticidad humana nunca es una posesión pura, serena, segura. Nuestro progreso se logra por la conversión de nuestros pecados.
b. La genuina religión se descubre y se realiza redimiéndose de las muchas trampas de la observancia religiosa. Es así como estamos obligados a vigilar y a orar, a hacer nuestro camino con temor y temblor. Y son los más grandes santos los que se proclaman más pecadores, aunque sus pecados parecen de raras insignificantes a gente menos santa que carece de discernimiento y del amor que ellos tienen.
Equilibrio entre trascendencia e inmanencia.

VI. La Palabra

1. Por palabra se entiende aquí cualquier expresión de significación religiosa o de valor religioso. Su portador puede ser la intersubjetividad, o el arte, o el símbolo, o el lenguaje, o las vidas, o las realizaciones de individuos, clases o grupos que son recordadas o representadas.
Normalmente se emplean todos los modos de expresión, pero dado que el lenguaje es el vehículo en el que la significación llega a articularse más plenamente, la palabra hablada y escrita es de especial importancia en el desarrollo y clarificación de la religión.
b. Por medio de la palabra, la religión entra en el mundo mediado por la significación y regulado por el valor. La palabra a este mundo su significación más profunda y su valor más elevado.

2. La palabra no es algo accidental tiene un papel constitutivo. Cuando un hombre y una mujer se aman mutuamente pero no se confiesan su amor, no están aún enamorados. Su mismo silencio quiere decir que su amor no ha alcanzado el punto de la auto – entrega, de la auto – donación. El amor que cada uno libre y plenamente revela al otro es el que produce la situación radicalmente nueva de estar – enamorados, y el que comienza a desplegar sus implicaciones a lo largo de una vida. Lo que vale para el amor de un hombre y de una mujer, vale también para el amor de Dios y del hombre.

VII. Fe

1. Fe es el conocimiento nacido del amor religioso.

VIII. Creencia Religiosa
IX. Una nota técnica

1. Es usual decir que el conocimiento precede al amor. La verdad de este adagio está en el hecho de que ordinariamente las operaciones del cuarto nivel de conciencia intencional presuponen y complementan las operaciones correspondientes de los otros tres. Hay una excepción menor a esta regla, y es cuando la gente se enamora y ese enamorarse es algo desproporcionado a sus causas, condiciones, ocasiones, antecedentes. Porque enamorarse es un comienzo nuevo, un ejercicio de libertad vertical en el cual el mundo de uno se somete a una nueva organización.
Pero la excepción mayor del adagio latino es el don del amor de Dios que inunda nuestros corazones. Porque nos encontramos entonces en el estado dinámico de estar enamorados. Pero quien es aquel a quien amamos, no se nos dice ni lo entendemos todavía. Nuestra capacidad de auto – trascendencia moral ha encontrado una realización que le trae una honda alegría y una paz profunda.
Nuestro amor nos revela valores que no habíamos apreciado, valores de oración y adoración, de arrepentimiento y de creencia. Pero si queremos saber lo que está aconteciendo dentro de nosotros, si queremos aprender a integrarlo con el resto de nuestra existencia, tenemos que inquerir, investigar, buscar consejo. Es así como en cuestiones religiosas el amor precede al conocimiento, y puesto que ese amor es don de Dios, el comienzo mismo de la fe es debido a la gracia de Dios.




5

ESPECIALIZACIONES FUNCIONALES
CONSTITUTIVAS DEL MÉTODO TEOLÓCICO


6

INVESTIGACIÓN DE DATOS


7

INTERPRETACIÓN

1. Siguiendo una terminología bastante extendida, entiendo por “hermeneútica” los principios de interpretación y por “exégesis” la aplicación de estos principios a una tarea particular. La tarea que se pretende realizar es la interpretación de un texto, pero nuestra presentación será tan general que puede ser aplicada a cualquier tarea exegética.

2. Cuatro factores concurren a ser difícil la interpretación:
b. Culturas. c. El progreso de las ciencias humanas. d. Confusión reinante en la teoría del conocimiento y la epistemología. e. Modernidad: reinterpretar la Tradición.

I. Operaciones exegéticas básicas
II. Entender el Objeto
III. Entender las Palabras
IV. Entender al Autor
V. Entenderse a sí mismo.

1. En este caso, el saber inicial que el intérprete tiene del Objeto se revela inadecuado. El intérprete no llegará a conocer el objeto en cuestión sino en la medida en que impulse el proceso auto – correctivo de aprendizaje hasta llegar a una revolución en sus propios puntos de vista. Sólo después de haber efectuado un cambio radical en el interior de sí mismo, podrá el intérprete adquirir una capacidad habitual para entender al autor, capacidad que espontáneamente regulará su longitud de onda y se mantendrá en ella.
Es esta la dimensión existencial del problema hermeneútico. En ella radican las diferentes concepciones de la realidad, de la moralidad y de la religión que dividen perpetuamente a la humanidad.

VI. Juzgar si la propia interpretación es correcta
VII. Una Clarificación
VIII. Establecer la significación del texto.


8

HISTORIA


1. Lo que diferencia a cada uno de estos de los demás radica en la multiplicidad de significaciones de la significación. La significación es, entonces, un elemento constitutivo del flujo conciente y es normalmente el elemento de control de la acción humana. Es precisamente este papel constitutivo de la significación en el control de la acción humana el que fundamenta la peculiaridad del campo abierto a la investigación histórica.

2. Es en este campo del discurso y de la acción plenos de significación en el que se halla comprometido el historiador.
b. A la historia le concierne el drama de la vida, lo que resulta de sus caracteres, sus decisiones, sus acciones, pero no solamente a causa de ellas sino también a causa de sus efectos, sus inadvertencias, sus deficiencias en la acción.

3. Los descubrimientos del historiador se expresan en narraciones y descripciones que se refieren a personas, lugares y tiempos particulares.

II. Experiencia Histórica y Conocimiento Histórico

1. Pienso que el conocimiento humano no es solamente el experimentar, sino que es un compuesto de experimentar, entender, juzgar. Por lo tanto, si existe el conocimiento histórico, debe haber una experiencia histórica, un entender histórico y un juzgar histórico.

III. La Historia Crítica

1. La Historia se desarrolla, por tanto, a partir de la historia. La historia crítica es un salto adelante con respecto a al historia pre – crítica, así como la historia pre – crítica representó un salto adelante con relación a los cuentos y leyendas. Inversamente, mientras más datos se conoce, y más datos se tienen a disposición, más preguntas pueden hacerse y de manera más inteligente.



9


HISTORIA E HISTORIADORES

VII. Estructuras Heurísticas

1. ¿Tiene el historiador compromisos filosóficos?, ¿Emplea analogías, usa tipos ideales, sigue alguna teoría de la historia? ¿Aporta explicaciones, investiga causas, determina leyes? ¿Persigue objetivos socio – culturales, está sujeto a prejuicios o se encuentra libre de ellos? ¿La historia es neutral con relación a los valores, o está interesada en ellos? ¿Los historiadores conocen o creen?
Tales son algunos de los interrogantes que se plantean. Ellos se refieren no solamente a la noción que el historiador tiene de historia, sino que tocan también su práctica investigadora y su forma de escribir historia. Respuestas diferentes modificarán, según el caso, esta o aquella estructura heurística, es decir, este o aquel elemento del método histórico.

VIII. Ciencia y Erudición

1. Reservamos el término de ciencia para el conjunto de conocimientos contenidos en principios y leyes y que es posible verificar o revisar universalmente.
b. Empleamos el término Erudición para designar el conocimiento con que el sentido común capta el pensamiento, el discurso y la acción de otros sentidos comunes propios de lugares y o épocas distantes. A los literatos, lingüistas, exegetas e historiadores llamémoslos generalmente, no científicos, sino eruditos.
Una misma persona puede ser científico o erudito


10

DIALÉCTICA

1. La dialéctica, nuestra cuarta especialización funcional, se ocupa de los conflictos. Los conflictos pueden ser manifiestos o latentes. Pueden encontrarse en las fuentes religiosas, en la tradición religiosa, en los pronunciamientos de las autoridades, o en los escritos de los teólogos. Pueden referirse a orientaciones contrarias de investigación, a interpretaciones contrarias, a historias contrarias, a estilos contrarios de evaluación, a horizontes contrarios, a doctrinas contrarias, a sistemas contrarios, o a políticas contrarias.
No toda oposición es dialéctica. Hay diferencias que serán eliminadas descubriendo datos nuevos. Hay diferencias que hemos llamado de perspectiva, y que simplemente testifican la complejidad de la realidad histórica. Pero, más allá de estas diferencias, hay conflictos fundamentales que provienen de una teoría del conocimiento explícita o implícita, de una actitud ética o de una visión religiosa.
Estos conflictos modifican profundamente la mentalidad de una persona, y solamente pueden ser superados mediante una conversión intelectual, moral y religiosa. La función de la dialéctica será poner a la luz tales conflictos y proveer una técnica para objetivar esas diferencias subjetiva y promover la conversión.

I. Horizontes

1. En sentido análogo, lo que está más allá del horizonte de uno, esta simplemente fuera del campo de su conocimiento y de sus intereses; lo ignora y no se preocupa de ello. Pero lo que está dentro del horizonte de uno es en cierta medida, grande o pequeña, objeto del propio interés o conocimiento.

2. Finalmente, los horizontes son la resultante estructurada de realizaciones anteriores, al mismo tiempo que la condición y la limitación de ulteriores progresos. Los horizontes son estructurados. Todo aprendizaje es, no una nueva adición que se hace a lo anteriormente aprendido sino más bien el crecimiento orgánico de lo que habíamos aprendido. Así, todas nuestras intenciones, afirmaciones y hechos se hallan dentro de contextos. A dichos contextos apelamos cuando delineamos las razones de nuestras metas, cuando clarificamos, ampliamos, calificamos nuestras afirmaciones, o cuando explicamos nuestras acciones. Dentro de dichos contextos debe ser encuadrado todo elemento nuevo de conocimiento y todo nuevo factor en nuestras actitudes.

II. Conversiones y Desintegraciones

Conversiones Intelectuales – Morales – Religiosas

Mito

1. La conversión religiosa consiste en ser dominado por el interés último.
Es enamorarse de lo ultramundano. Es una entrega total y permanente de sí mismo, sin condiciones, ni cualificaciones, ni reservas. Pero es una entrega, no a la manera de un acto, sino de un estado dinámico que es anterior a los actos subsecuentes y es también su principio.

2. La conversión religiosa es un estado de total enamoramiento, como fundamento eficaz de toda auto – trascendencia ya sea en la prosecución de la verdad, o en la realización de valores humanos, o en la orientación que el hombre adopta con relación al universo, a su fundamento y a su finalidad.
b. Pero esa capacidad encuentra su plenitud, y ese deseo se convierte en alegría, cuando la conversión religiosa transforma el sujeto existencial en un sujeto enamorado, aprehendido, cautivado, poseído, dominado por un amor total y por eso ultra – mundano. Hay entonces una nueva base para valorar y hacer todo bien.
c. El amor religioso es sin condiciones, cualificaciones o reservas; se vive con todo el corazón, con toda el alma, con todo el pensamiento y con toda la fuerza.
Esta ausencia de limitaciones no pertenece a este mundo. La santidad abunda en verdad y en bondad, pero tiene una dimensión que le es propia. Es plenitud, es alegría, paz, felicidad ultra – mundana. En la experiencia esos sentimientos son los frutos del estar enamorados de un Dios misterioso e incomprensible. Análogamente el hecho de ser pecador es distinto del mal moral; consiste en una privación del amor total y es una dimensión radical de la falta de amor.

III. Dialéctica: el Tema de Discusión.
IV. Dialéctica como Método.

1. El desarrollo humano, en suma, avanza en gran parte mediante la resolución de conflictos, y en el campo de la conciencia intencional los conflictos básicos se definen por la oposición entre posiciones y contraposiciones.

VIII. La Dialéctica de los Métodos: Primera Parte

1. La tarea de tratar conflictos pertenece a los teólogos. La estrategia del teólogo será: no probar su propia posición ni refutar las contraposiciones, sino poner de manifiesto la diversidad existente y señalar los elementos de prueba que permitan sacar a la luz las raíces de tal diversidad. En esa forma atraerá a quienes aprecian la autenticidad humana integral, y los convencerá de alcanzarla. En efecto, la idea básica del método que estamos tratando de desarrollar se apoya en el descubrimiento de lo que es la autenticidad humana, y en mostrar como apelar a ella. No es un método infalible, porque los hombres fácilmente permanecen en la inautenticidad, pero es un método poderoso, porque la autenticidad es la necesidad más profunda del hombre y la realización que más se estima en él.

IX. La Dialéctica de los Métodos: Parte 3ª.

1. Karl Jasper, afirma que la auto – apropiación es una clarificación de la propia realidad del sujeto, pero no un conocimiento objetivo.
Es verdad, desde luego, que la auto – apropiación se realiza mediante una intensificación de la conciencia, y que esta intensificación no revela al sujeto como objeto sino como sujeto. Yo sostendría, sin embargo, que dicha intensificación de la conciencia conduce a una objetivación del sujeto, a una afirmación inteligente y razonable del mismo, a así a hacer una transmisión del sujeto como sujeto, al sujeto como objeto. Dicha transmisión fundamenta un conocimiento tan objeto del sujeto, como el que fundamenta cualquier transición válida que se haga de los datos de los sentidos al juicio, pasando por la inquisición, la intelección y la reflexión.


11


EXPLICITACIÓN DE LOS FUNDAMENTOS

1. La quinta función – explicitación de los fundamentos – se ocupa de lo que constituye la base de esta opción más personal. Por lo tanto los fundamentos que se buscan son los de las tres últimas funciones: el establecimiento de doctrinas, la sistematización y la comunicación. Se pasa del discurso directo, a una toma de posición.

I. La Realidad Fundante

1. La realidad fundante, que hay que distinguir en su expresión, es la conversión religiosa, moral e intelectual.

2. Los fundamentos tienen, pues, su verdadera raíz en el cuarto nivel de conciencia humana – nivel de deliberación, evaluación y decisión. Es una decisión acerca de por quien y por que se está a favor o en contra.

II. La Suficiencia de la Realidad Fundante
III. El Pluralismo en la Expresión
IV. Pluralismo en el Lenguaje Religioso.


12


ESTABLECIMIENTO DE DOCTRINAS

VII. El Descubrimiento Progresivo del Espíritu: Parte Segunda.

EXCELENTE: Pg. 305 – 307





13


SISTEMATIZACIÓN


1. Si, como sostengo, el objeto de la sistematización es la comprensión, entonces ella debe presentarse como un todo unificado y no en dos partes separadas que tienden a pasar por alto la primacía de la conversión y a exagerar la importancia de la prueba.

III. Misterio y Problema

1. La respuesta del hombre al misterio trascendente es la adoración. Pero la adoración no excluye las palabras; al menos, cuando los hombres se reúnen para el culto. Las palabras por su parte, tienen significación dentro de un contexto cultural. Los contextos pueden ser evolutivos. Un contexto evolutivo puede derivarse de otro, y dos contextos evolutivos pueden entrar en interacción.
Por consiguiente, aunque el misterio es una realidad muy diferente de los problemas del sentido común, de la ciencia, de la erudición y de gran parte de la filosofía, no obstante el culto a Dios y, en forma más general, las religiones de la humanidad existen en el seno de un contexto social, cultural e histórico y, en razón de está inserción generan los problemas con que tienen que ocuparse los teólogos.

2. En consecuencia, aunque no hay que confundir misterio y problema, los contextos evolutivos dentro de los cuales se adoran el misterio y se explica la adoración no están exentos de problemas. En la época actual, más que en cualquier otra, es imposible ignorar estos problemas; porque ellos son ahora tan minuciosos que muchos no saben que creer. No es que se resistan a creer, o que ignoren lo que son las doctrinas de la Iglesia, sino que desean saber lo que dichas doctrinas pueden significar. Éste género de cuestiones es el que concierne a la Teología sistemática. La respuesta a está cuestión es un aumento progresivo de la comprensión. Se descubre una clave que arroja cierta luz sobre el tema de investigación.

V. Comprensión y Verdad

1. Por el contrario, los puntos de vista desarrollados por una teología sistemática son considerados, por lo general, solamente como probables; pero la comprensión a que se ha de llegar debe estar a la altura de cada época. En la edad media bastaba un sistema estático. Pero en el mundo contemporáneo la teología ha de sentirse en su casa con la ciencia, la erudición y la filosofía contemporáneas.
b. Teología sencilla.
c. El énfasis principal debe estar en la Conversión para que no sea irreligiosa.
d. Sería una Teología estéril sino se Comprende. Ejerce atracción si comprenden.
e. Si uno no alcanza una comprensión de las realidades religiosas, en que cree, que está a la altura de su época, estará sencillamente a merced de psicólogos, de los sociólogos o de los filósofos; y ellos no dudaran en decirle a los creyentes cuál es realmente el contenido de su fe.
f. Comunicar la Teología, para ello se debe comprender.

VI. Continuidad – Desarrollo – Revisión

1. Estructura de nuestras operaciones concientes e intencionales
2. Don que Dios hace de su amor
3. Permanencia de los Dogmas
4. Realizaciones genuinas del Pasado


14

LA COMUNICACIÓN


1. Está función es de interés capital, porque en esta etapa final es donde la reflexión teológica aporta todo su fruto. Sin las primeras siete etapas no se produciría ningún fruto, pero sin la última etapa, las siete primeras se realizarían en vano por falta de maduración.

2. Los teólogos deben practicar el conjunto de las ocho funciones.

I. La Iglesia Cristiana y su Situación Contemporánea

1. La Iglesia Cristiana es la comunidad que resulta de la comunicación exterior del mensaje de Cristo y del don interior del amor de Dios. Puesto que podemos contar con que Dios concede su gracia, la teología práctica se ocupa de la comunicación efectiva del mensaje de Cristo.

San Anselmo


CARTA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
CON OCASIÓN DEL IX CENTENARIO DE LA MUERTE DE SAN ANSELMO

Al señor cardenal
Giacomo Biffi
Enviado especial a las celebraciones
del IX centenario
de la muerte de san Anselmo

Con ocasión de las celebraciones en las que usted, venerado hermano, participará como mi legado en la ilustre ciudad de Aosta para el IX centenario de la muerte de san Anselmo, que tuvo lugar en Canterbury el 21 de abril de 1109, me complace encomendarle un mensaje especial, en el que deseo subrayar los aspectos destacados de este gran monje, teólogo y pastor de almas, cuya obra ha dejado una huella profunda en la historia de la Iglesia.
Este aniversario constituye una oportunidad, que no se debe desaprovechar, para renovar el recuerdo de una de las figuras más luminosas de la tradición de la Iglesia e incluso de la historia del pensamiento occidental europeo. La ejemplar experiencia monástica de san Anselmo, su método original al considerar el misterio cristiano, su sutil doctrina teológica y filosófica, su enseñanza sobre el valor inviolable de la conciencia y sobre la libertad como adhesión responsable a la verdad y al bien, su apasionada obra de pastor de almas, dedicado con todas sus fuerzas a la promoción de la "libertad de la Iglesia", nunca han dejado de suscitar en el pasado el más vivo interés, que el recuerdo de su muerte está felizmente volviendo a encender y favoreciendo de diversos modos y en muchos lugares.
En esta memoria del "Doctor magnífico" —como se suele llamar a san Anselmo— no puede menos de destacar de modo particular la Iglesia de Aosta, en la que nació y que con razón se complace en considerarlo su hijo más ilustre. Aunque salió de Aosta en su juventud, siguió llevando en su memoria y en su corazón un conjunto de recuerdos que afloraron siempre en su conciencia en los momentos más importantes de su vida. Entre estos recuerdos, ciertamente ocupaban un lugar particular la imagen dulcísima de su madre y la majestuosa de los montes de su valle, con sus cumbres altísimas y perennemente cubiertas de nieve, en las que veía reflejada, como un símbolo fascinante y sugestivo, la sublimidad de Dios.
Anselmo —"un muchacho que creció entre las montañas", como lo define su biógrafo Eadmero (Vita Sancti Anselmi, I, 2)— considera que Dios es aquello de lo cual no es posible pensar en algo más grande: quizás en esta intuición influyó la mirada que dirigía desde su infancia a aquellas cumbres inaccesibles. Ya de niño creía que para encontrar a Dios era necesario "subir a la cumbre de la montaña" (ib.). De hecho, cada vez tomaba mayor conciencia de que Dios se encuentra a una altura inaccesible, situada más allá de las metas que el hombre puede alcanzar, puesto que Dios está más allá de lo que se puede pensar. Por eso el viaje en busca de Dios, al menos en esta tierra, no terminará nunca; será siempre pensamiento y anhelo, procedimiento riguroso del intelecto y petición implorante del corazón.
El intenso afán de saber y la innata propensión a la claridad y al rigor lógico impulsaron a san Anselmo a las scholae de su tiempo. Por eso se dirigió al monasterio de Bec, donde pudo satisfacer su inclinación a la dialéctica, y sobre todo se despertó en él la vocación claustral. Detenerse en los años de la vida monástica de san Anselmo significa encontrar a un religioso fiel, "constantemente ocupado sólo en Dios y en las disciplinas celestes" —como escribe su biógrafo— hasta el punto de que alcanzó "tal altura en la especulación divina, que fue capaz de penetrar por la senda abierta por Dios y, después de haber penetrado por ella, de explicar las cuestiones más oscuras, antes insolubles, sobre la divinidad de Dios y nuestra fe, y de probar con razones claras que lo que afirmaba pertenecía a la doctrina católica segura" (ib., I, 7).
Con estas palabras su biógrafo explica el método teológico de san Anselmo, cuyo pensamiento se encendía e iluminaba en la oración. Él mismo, en una de sus obras más famosas, confesó que la inteligencia de la fe es acercarse a la visión, a la que todos anhelamos y de la que esperamos gozar al final de nuestra peregrinación terrena: "Quoniam inter fidem et speciem intellectum quem in hac vita capimus esse medium intelligo: quanto aliquis ad illum proficit, tanto eum propinquare speciei, ad quam omnes anhelamus, existimo" (Cur Deus homo, Commendatio).
El Santo aspiraba a alcanzar la visión de los nexos lógicos que existían en el interior del misterio, a percibir la "claridad de la verdad" y, por ello, a captar la evidencia de las "razones necesarias", que subyacen en lo más profundo del misterio. Un intento ciertamente audaz, cuyo éxito siguen analizando los que estudian a san Anselmo. En realidad, su búsqueda del "intelecto" (intellectus) situado entre la "fe" (fides) y la "visión" (species) proviene, como fuente, de la misma fe y está sostenida por la confianza en la razón, mediante la cual la fe en cierta medida se ilumina.
El propósito de san Anselmo es claro:"elevar la mente a la contemplación de Dios" (Proslogion, Proemio). En cualquier caso, siguen siendo programáticas para toda investigación teológica sus palabras: "No intento, Señor, penetrar en tu profundidad, porque de ninguna manera puedo comparar con ella mi intelecto; pero deseo comprender, aunque sea imperfectamente, tu verdad, que mi corazón cree y ama. Porque no busco comprender para creer, sino que creo para comprender —Non quaero intelligere ut credam, sed credo ut intelligam—" (Proslogion, 1).
En san Anselmo, prior y abad de Bec, descubrimos algunas características que definen ulteriormente su perfil personal. En él impresiona, ante todo, el carisma de maestro experto de vida espiritual, que conoce y explica sabiamente las sendas de la perfección monástica. Al mismo tiempo, fascina su genialidad educativa, que se manifiesta en el método del discernimiento —él lo llamaba via discretionis (Ep. 61)— que en cierto modo es el estilo de toda su vida, un estilo en que se aúnan la misericordia y la firmeza. Por último, es peculiar la capacidad que demuestra al iniciar a los discípulos en la experiencia de la auténtica oración: en particular, sus Orationes sive Meditationes, muy solicitadas y utilizadas, contribuyeron a convertir a numerosas personas de su tiempo en "almas orantes"; del mismo modo, sus demás obras se han revelado como un precioso coeficiente para hacer de la Edad Media una época "pensante" y, podemos añadir, "concienzuda".
Se diría que el Anselmo más auténtico se encuentra en Bec, donde vivió treinta y tres años, y donde fue muy apreciado. Gracias a la maduración adquirida en ese ambiente de reflexión y oración, pudo declarar, incluso en medio de las sucesivas tribulaciones episcopales: "No conservaré en el corazón rencor alguno contra nadie" (Ep. 321).
La nostalgia del monasterio lo acompañó durante el resto de su vida. Lo confesó él mismo cuando se vio obligado a dejar el monasterio, con vivísimo dolor suyo y de sus monjes, para asumir el ministerio episcopal para el que no se sentía adecuado: "Es notorio a muchos —escribió al Papa Urbano II— que cuando fui nombrado obispo en Inglaterra, me vi obligado a aceptar, pues yo era reacio y contrario, y que expuse las razones de naturaleza, edad, debilidad e ignorancia que se oponían a este cargo y que rechazan y detestan absolutamente los compromisos seculares, que no puedo desempeñar sin poner en peligro la salvación de mi alma" (Ep. 206).
A sus monjes les dijo en confianza: "He vivido durante treinta y tres años como monje —tres años sin cargos, quince como prior y otros tantos como abad— de manera que todos los buenos que me han conocido me querían, ciertamente no por mérito mío sino por la gracia de Dios, y me querían más los que me conocían mas íntimamente y con mayor familiaridad" (Ep. 156). Y añadía: "Habéis venido muchos a Bec... Por muchos de vosotros sentía un afecto tan tierno y delicado que cada uno podía tener la impresión de que a nadie amaba de igual modo" (ib.).
Al ser nombrado arzobispo de Canterbury y comenzar así su camino más doloroso, se manifestaron muy claramente su "amor a la verdad" (Ep. 327), su rectitud, su rigurosa fidelidad a la conciencia, su "libertad episcopal" (Ep. 206), su "honradez episcopal" (Ep. 314), su trabajo incansable por librar a la Iglesia de los condicionantes temporales y de las servidumbres de cálculos incompatibles con su naturaleza espiritual.
Al respecto, son ejemplares sus palabras al rey Enrique: "Respondo que ni en el bautismo ni en ninguna otra ordenación mía he prometido observar la ley o la costumbre de vuestro padre o del arzobispo Lanfranco, sino la ley de Dios y de todas las órdenes recibidas" (Ep. 319). Para san Anselmo, primado de la Iglesia de Inglaterra, vale el principio: "Soy cristiano, soy monje, soy obispo; por tanto, quiero ser fiel a todos, según la deuda que tengo con cada uno" (Ep. 314). Desde este punto de vista no duda en afirmar: "Prefiero estar en desacuerdo con los hombres, antes que, por estar de acuerdo con ellos, estar en desacuerdo con Dios" (Ep. 314). Precisamente por eso se siente dispuesto incluso al sacrificio supremo: "No tengo miedo de derramar mi sangre; no temo ninguna herida en el cuerpo ni la pérdida de los bienes" (Ep. 311).
Por todas estas razones se comprende por qué san Anselmo conserva aún una gran actualidad y una fuerte fascinación, y cuán provechoso es volver a leer y publicar sus escritos, así como meditar sobre su vida. Por eso, me ha alegrado saber que Aosta, con motivo del IX centenario de su muerte, se está distinguiendo por un conjunto de oportunas e inteligentes iniciativas —especialmente con la esmerada edición de sus obras— intentando hacer que se conozcan y amen las enseñanzas y los ejemplos de este ilustre hijo suyo.
Le encomiendo a usted, venerado hermano, la tarea de llevar a los fieles de esa antigua y querida ciudad de Aosta la exhortación a mirar con admiración y afecto a este gran conciudadano suyo, cuya luz sigue brillando en toda la Iglesia, de modo especial donde se han cultivado el amor a las verdades de la fe y el gusto por su profundización mediante la razón. De hecho, la fe y la razón —fides et ratio— se encuentran admirablemente unidas en san Anselmo.
Con estos sentimientos, a través de usted, venerado hermano, envío de corazón al obispo, monseñor Giuseppe Anfossi, al clero, a los religiosos y a los fieles de Aosta y a cuantos participen en las celebraciones en honor del "Doctor magnífico", una bendición apostólica especial, prenda de abundantes favores celestiales.

Vaticano, 15 de abril de 2009
© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana

jueves, 22 de julio de 2010

Bolilla 2: Revelación

Bolilla 2: La Revelación, etimología y tipos. Concepto católico de Revelación. Etapas. Transmisión de la Revelación. Escritura, Tradición y Magisterio, definiciones y relaciones. Modos de transmisión. El Depósito de la fe confiado a la Iglesia. Concepto y evolución del dogma. Verdades católicas. Las opiniones teológicas. Censuras teológicas.

Revelación, etimología y tipos:

La palabra “Revelación” proviene del latino “revelatio”, “revelare”, que traduce el griego “apokalitein” que significa “quitar el velo”, “desvelar”. En sentido literal hablar de Revelación divina es lo mismo que decir que Dios se desvela, se despoja del velo que le cubre mostrando su rostro .

La etimología del término “Revelación” es remover un velo, es decir, manifestación de una cosa oculta. En su uso más corriente el término revelación se aplica a la manifestación de verdades.
Si quien descubre el velo o hace la manifestación es un hombre, la revelación es humana. Si la manifestación de la verdad la hace Dios, la revelación es divina. Esta revelación divina se hace a través de medios naturales, es decir, a través de sus obras, la revelación divina es natural.
Si la manifestación la hace Dios no a través de sus obras, sino directamente, con sus hechos y palabras, comunicándose El con el hombre, la revelación es divina sobrenatural .

Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación divina. Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se al hombre. Lo hace revelando su misterio, su designio benevolente que estableció desde la eternidad en Cristo a favor de todos los hombres. Revela plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo y al Espíritu Santo. (CIC 50)

Concepto Católico de Revelación

“Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen partícipes de la naturaleza divina” (DV 2)

Dios, que “habita una luz inaccesible” (1 Tim 6, 16), quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por Él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (cf. Ef 1, 4-5). Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces por sus propias fuerzas.

El designio divino de la Revelación se realiza a la vez “mediante acciones y palabras”, íntimamente ligadas entre sí y que se esclarecen mutuamente (DV 2).
Este designio comporta una “pedagogía divina” particular: Dios se comunica gradualmente al hombre, lo prepara por etapas para acoger la Revelación sobrenatural que hace de sí mismo y que culminará en la Persona y la misión del Verbo encarnado, Jesucristo.

S. Ireneo de Lyon habla en varias ocasiones de esta pedagogía divina bajo la imagen de un mutuo acostumbrase entre Dios y el hombre: “El Verbo de Dios ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre para acostumbrar al hombre a comprender a Dios y para acostumbrar a Dios a habitar en el hombre, según la voluntad del Padre. (haer. 3, 20)
(CIC 51-53)

Las etapas de la Revelación

Desde el origen, Dios se da a conocer

“Dios, creándolo todo y conservándolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas, y, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio” (DV 3). Los invitó a una comunión íntima con Él revistiéndolos de una gracia y de una justicia resplandecientes.

Está Revelación no fue interrumpida por el pecado de nuestros primeros padres. Dios, en efecto, “después de su caída alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de la redención, y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras” (DV 3)

La alianza con Noé

Una vez rota la unidad del género humano por el pecado, Dios decide desde el comienzo salvar a la humanidad a través de una serie de etapas. La Alianza con Noé después del diluvio (cf. Gn 9,9) expresa el principio de la economía divna con las “naciones”, es decir, con los hombres agrupados “según sus países, cada uno según su lengua, y según sus clanes” (Gn 10, 5; cf. 10, 20-31)

Este orden a la vez cósmico, social y religioso de la pluralidad de las naciones está destinado a limitar el orgullo de una humanidad caída que, unánime en su perversidad quisiera hacer por sí misma su unidad a la manera de Babel.
Pero, a causa del pecado, el politeísmo así como la idolatría de la nación y de su jefe son una amenaza constante de vuelta al paganismo para esta economía aún no definitiva.

La alianza con Noé permanece en vigor mientras dura el tiempo de las naciones, hasta la proclamación universal del Evangelio. La Biblia venera algunas grandes figuras de las “naciones”, como “Abel el justo”, el rey sacerdote Melquisedec, figura de Cristo, o los justos Noe, Daniel y Job. De esta manera, la Escritura expresa qué altura de santidad pueden alcanzar los que viven según la alianza de Noé en la espera de que Cristo “reúna en uno a todos los hijos de Dios dispersos” (Jn 11, 52)

Dios elige a Abraham

Para reunir a la humanidad dispersa, Dios elige a Abraham llamándolo “fuera de su tierra, de su patria y de su casa” (Gn 12, 1), para hacer de él “Abraham”, es decir, “el padre de la multitud de naciones” (Gn 17, 5): “En ti serán benditas todas las naciones de la tierra” (G, 12, 3)

El pueblo nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los patriarcas, el Pueblo de la elección, llamado a preparar un día la reunión de todos los hijos de Dios en la unidad de la Iglesia; ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los paganos hechos creyentes.

Los patriarcas, los profetas y otros personajes del Antiguo Testamento han sido y serán siempre venerados como santos en todas las tradiciones litúrgicas de la Iglesia.

Dios forma a su pueblo, Israel

Después de la etapa de los patriarcas, Dios constituyó a Israel como su Pueblo salvándolo de la esclavitud de Egipto. Estableció con él la alianza del Sinaí y le dio por medio de Moisés su Ley, para que lo reconociese y le sirviera como al único Dios vivo y verdadero, Padre providente y juez justo, y para que esperase al Salvador prometido (DV 3)

Israel es el pueblo sacerdotal de Dios, el que “lleva el Nombre del Señor”. Es el pueblo de aquellos a quienes Dios hablo primero, el pueblo de los “hermanos mayores” en la fe de Abraham.

Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres y que será grabada en los corazones. Los profetas anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus infidelidades, una salvación que incluirá a todas las naciones. Serán sobre todo los pobres y los humildes del Señor quienes mantendrán esta esperanza. Las mujeres santas como Sara, Rebeca, Raquel, Miriam, Débora, Ana, Judit y Ester conservaron viva la esperanza de la salvación de Israel. De ellas la figura más pura es María (Lc 1, 38)

CRISTO JESÚS, “MEDIADOR Y PLENITU DE TODA LA REVELACIÓN” (DV 2)

Dios ha dicho todo en su Verbo

“De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo” (Heb 1, 1-2). Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En Él lo dice todo; no habrá otra palabra más que ésta. San Juan de la Cruz, después de otros muchos, lo expresa de manera luminosa, comentando Heb 1, 1-2:

Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra y no tiene más que hablar [...]; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en Él todo, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad” (San Juan de la Cruz, Subida al monte Carmelo 2, 22.3-5)

No habrá otra revelación

“La economía cristiana, por ser Alianza nueva y definitiva, nunca pasará; ni hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo”(DV 4). Sin embargo, aunque la Revelación esté acabada no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos.

A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Éstas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de “mejorar” o “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia.
La fe cristiana no puede aceptar “revelaciones” que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. Es el caso de ciertas religiones no cristianas y también de ciertas sectas recientes que se fundan en semejantes “revelaciones”. (CIC 54-67)

La Transmisión de la Revelación Divina (CIC 74-79)

Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 4), es decir, al conocimiento del Cristo Jesús (cf. Jn 14, 6). Es preciso, pues, que Cristo sea anunciado a todos los pueblos y a todos los hombres; y que así la Revelación llegue hasta los confines del mundo:

Dios quiso que lo que había revelado para la salvación de todos los pueblos se conservara por siempre íntegro y fuera transmitido a todas las edades (DV 7)

La Tradición Apostólica

“Cristo nuestro Señor, plenitud de la Revelación, mandó a los Apóstoles predicar a todos los hombre el Evangelio como fuente de toda norma de conducta, comunicándoles así los bienes divinos: el Evangelio prometido por los profetas, que Él mismo cumplió y promulgó con su voz” (DV 7)

La predicación apostólica ...

La transmisión del Evangelio, según el mandato del Señor, se hizo de dos maneras:
Oralmente: “los Apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó”;
Por escrito: “los mismos Apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu Santo (DV 7)

... continuada en la sucesión apostólica

“Para que este Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, los Apóstoles nombraron como sucesores a los Obispos, dejándoles su cargo en el Magisterio” (DV 7). En efecto, “la predicación apostólica, expresada de un modo especial en los libros sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin de los tiempos (DV 8)

Esta transmisión viva, llevada a cabo en el Espíritu Santo, es llamada la Tradición en cuanto distinta de la Sagrada Escritura, aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, “La Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree” (DV 8) “Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora” (DV 8)
Así la comunicación que el Padre ha hecho de sí mismo por su Verbo en el Espíritu Santo sigue presente y activa en la Iglesia: “Dios, que habló en otros tiempos, sigue conservando siempre con la Esposa de su Hijo amado; así el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo” (DV 8)

Escritura, Tradición y Magisterio, definiciones y relaciones. Modos de transmisión. (CIC 80-83)

LA RELACIÓN ENTRE LA TRADICIÓN Y LA SAGRADA ESCRITURA

Una fuente común ...

La Tradición y la Sagrada Escritura “están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma fuente se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin (DV 9). Una y otra hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo que ha prometido estar con los suyos “para siempre hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20)

Dos modos distintos de transmisión

“La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo”.

“La Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación”.

De ahí resulta que la Iglesia, a la cual está confiada la transmisión y la interpretación de la Revelación, “no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así una y otra se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de amor y respeto” (DV 9)

Tradición apostólica y tradiciones eclesiales

La Tradición de que hablamos aquí es la que viene de los Apóstoles y transmite lo que éstos recibieron de las enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el Espíritu Santo. En efecto, la primera generación de cristianos no tenía aún un Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el proceso de la Tradición viva.
Es preciso distinguir de ella las “tradiciones” teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas en el transcurso del tiempo en las Iglesias locales.
Estás constituyen formas particulares en las que la gran Tradición recibe expresiones adaptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Sólo a la luz de la gran Tradición aquéllas pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia.

El Depósito de la fe confiado a la Iglesia. (CIC 84-87)

“El depósito sagrado” (1 Tim 6, 20; 2 Tim 1, 12-14) de la fe (depositum fidei), contenido en la Sagrada Tradición y en la Sagrada Escritura fue confiado por los Apóstoles al conjunto de la Iglesia. “Fiel a dicho depósito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre en la doctrina apostólica y en la unión, en la eucaristía y la oración, y así se realiza una maravillosa concordia de pastores y fieles por conservar, practicar y profesar la fe recibida” (DV 10)

El Magisterio de la Iglesia

“El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo” (DV 10), es decir, encomendado a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el Obispo de Roma.

“El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído” (DV 10)

Los fieles, recordando la palabra de Cristo a sus Apóstoles: “El que a vosotros escucha, a mí me escucha” (Lc 10, 16; cf LG 20), reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores les dan de diferentes formas.

Concepto y evolución del dogma. (CIC 88-95)

Los dogmas de la fe

El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir, cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o también cuando propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo necesario.

Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces en el camino de nuestra fe, lo iluminan y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe. (cf. Jn 8, 31-32)

Los vínculos mutuos y la coherencia de los dogmas pueden ser hallados en el conjunto de la Revelación del misterio de Cristo. “Existe un orden o jerarquía de las verdades de la doctrina católica, puesto que es diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana” (UR 11)

El sentido sobrenatural de la fe.

Todos los fieles tienen parte en la comprensión y en la transmisión de la verdad revelada. Han recibido la unción del Espíritu Santo que los instruye (1 Jn 2, 20.27) y los conduce a la verdad completa (Jn 16, 13)

“La totalidad de los fieles ... no puede equivocarse en la fe. Se manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar, en el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo: cuando desde los obispos hasta el último de los laicos cristianos muestran estar totalmente de acuerdo en cuestiones de fe y de moral (LG 12)

“El Espíritu de la verdad suscita y sostiene este sentido de la fe. Con él, el Pueblo de Dios, bajo la dirección del Magisterio ... se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre, la profundiza con un juicio recto y la aplica cada día más plenamente en la vida” (LG 12)

El crecimiento en la inteligencia de la fe.

Gracias a la asistencia del Espíritu Santo, la inteligencia tanto de las realidades como de las palabras del depósito de la fe puede crecer en la vida de la Iglesia:
- “Cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón” (DV 8), es en particular la investigación teológica la que debe “profundizar en el conocimiento de la verdad revelada”
- Cuando los fieles “comprenden internamente los misterios que viven”. “La comprensión de las palabras divinas crece con su reiterada lectura”. San Gregorio Magno.
- “Cuando las proclaman los obispos, que con la sucesión apostólica reciben un carisma de la verdad” (DV 8)

“La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas” (DV 10)

Verdades católicas. Las opiniones teológicas. Censuras teológicas.

En el campo de sentido de los dogmas están las “verdades católicas”. Se entienden por tal las verdades que no han sido reveladas inmediatamente por Dios, pero que a consecuencia de su estrecha relación con la Revelación son garantizadas por la Iglesia. El católico no ve garantizada su validez inmediatamente en la autoridad de Dios, sino en la autoridad de la Iglesia creada y apoyada por la autoridad de Dios. Las afirma, por tanto, primariamente por la Iglesia y en último término por la autoridad de Dios, porque por Dios afirma también la Iglesia. Las verdades católicas suelen ser divididas en tres grupos:

1. Conclusiones Teológicas: son los conocimientos deducidos por la razón de dos verdades reveladas que hacen de premisas o de una verdad revelada y una verdad racional evidente.
De las conclusiones teológicas cuyas premisas son dos verdades reveladas hay que decir que ellas mismas están reveladas inmediatamente en cuanto a su contenido. La actividad discursiva del entendimiento humano solo sirve para desarrollar lo que está contenido en la Revelación misma. Tales conclusiones pueden, por tanto, ser declaradas dogmas de la Iglesia.
Las conclusiones en que solo una de las premisas es verdad revelada y la otra una verdad racional evidente son llamadas, según el tomismo, conclusiones teológicas en sentido propio. A ellas les corresponde la definición de verdad católica en sentido pleno. No pueden ser definidas como dogmas en el sentido antes explicado. Sin embargo la Iglesia, puede proclamarlas como verdades infaliblemente. La infalibilidad de la Iglesia al juzgar las conclusiones teológicas tiene su razón en el hecho de que están tan estrechamente unidas con la Revelación misma, que sin la infalibilidad eclesiástica en las conclusiones teológicas la Revelación no podría ser asegurada ni sería eficaz para la vida religiosa. Según la teoría escotista también estas verdades pueden ser propuestas como dogmas.

2. Verdades de Razón: estas son las verdades filosóficas que tienen una relación indisoluble con el dogma. La Iglesia puede definir con infalibilidad las doctrinas filosóficas que son presupuestos necesarios de las verdades reveladas, por ejemplo, la capacidad cognoscitiva de la razón humana, y condenar las que están en contradicción con la Revelación, por ejemplo, el agnosticismo absoluto, ya que no puede haber contradicción entre la razón y la verdad revelada.

3. Hechos Dogmáticos: se distinguen los de sentido amplio y estricto.
Un hecho dogmático en sentido amplio es aquel hecho histórico no revelado que está tan íntimamente entretejido con la Revelación, que su negación acarrearía también la negación de un dogma, por ejemplo, el episcopado romano del apóstol Pedro, la legitimidad de un Papa, la convocación legal de un Concilio Ecuménico.
El hecho dogmático en sentido estricto se entiende la facticidad de una determinada interpretación de un texto dogmático juzgado por la Iglesia, por ejemplo, del capítulo III de la polémica origenista. La Iglesia tiene que ser infalible al fijar el sentido de un texto dogmático, porque de lo contrario no podría proteger suficientemente a los fieles del error. La interpretación eclesiástica de un determinado texto que afecta a la fe no significa que su autor quisiera decir realmente lo que la Iglesia determina. La Iglesia no decide el contenido intentado por el autor. No hace más que destacar el sentido que el lector sin perjuicios saca de un texto cuando se entrega sencillamente a él. Por ejemplo, al condenar varias proposiciones sacadas de las obras de Eckhart no condena ni la disposición de ánimo ni la intención de este místico, sino la significación que tienen al pie de la letra las proposiciones por ella valoradas.














miércoles, 21 de julio de 2010

El hombre es “capaz” de Dios (CIC 27-30):

El deseo de Dios está inscripto en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar:

La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su creador (GS 19, 1).

De múltiples maneras, en su historia, y hasta el día de hoy, los hombres han expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso:

Él creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra, y determinó con exactitud el tiempo y los límites del lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscasen a Dios, para ver si a tientas lo buscaban y lo hallaban por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos (Hec 17, 26-28)

Pero está unión íntima y vital con Dios puede ser olvidada desconocida e incluso rechazada explícitamente por el hombre. Tales actitudes pueden tener orígenes muy diversos: la rebelión contra el mal en el mundo, la ignorancia o la indiferencia religiosas, los afanes del mundo y las riquezas, el mal ejemplo de los creyentes, las corrientes de pensamientos hostiles a la religión, y finalmente esa actitud del hombre pecador que, por miedo, se oculta a Dios y huye ante su llamada.

“Se alegre el corazón de los que buscan a Dios” (Sal 105, 3). Si el hombre puede olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarlo para que viva y encuentre la dicha. Pero esa búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de su voluntad, “un corazón recto”, y también el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios.

Tu eres grande, Señor, y muy digno de alabanza: grande es tu poder, y tu sabiduría no tiene medida. Y el hombre, pequeña parte de tu Creación, pretende alabarte; precisamente el hombre que, revestido de su condición mortal, lleva en sí el testimonio de su pecado y el testimonio de que Tú resistes a los soberbios. A pesar de todo, el hombre, pequeña parte de tu Creación, quiere alabarte. Tú mismo lo incitas a ello, haciendo que encuentre sus delicias en tu alabanza, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti (San Agustín, Conf, 1,1,1).

Las vías de acceso al conocimiento de Dios (CIC 31-35):

Creado a imagen de Dios, llamado a conocer y amar a Dios, el hombre que busca a Dios descubre ciertas “vías” para acceder al conocimiento de Dios. Se las llama también “pruebas de la existencia de Dios”, no en el sentido de las pruebas propias de las ciencias naturales, sino en el sentido de “argumentos convergentes y convincentes” que permiten llegar a verdaderas certezas.
Estas “vías”para acercarse a Dios tienen como punto de partida la Creación: el mundo material y la persona humana.

El mundo: a partir del movimiento y del devenir, de la contingencia, del orden y de la belleza del mundo se puede conocer a Dios como origen y fin del universo.

El hombre: con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se interroga sobre la existencia de Dios. En estas aperturas, percibe signos de su alma espiritual. La semilla de eternidad que lleva en sí, el ser irreductible a la sola materia, su alma, no puede tener origen más que en Dios.

El mundo y el hombre atestiguan que no tienen en ellos mismos ni su primer principio ni su fin último, sino que participan de Aquel que es el ser en sí, sin origen y sin fin. Así, por estas diversas “vías”, el hombre puede acceder al conocimiento de la existencia de una realidad que es la causa primera y el fin último de todo, “y que todos llaman Dios”

Las facultades del hombre lo hacen capaz de conocer la existencia de un Dios personal. Pero para que el hombre pueda entrar en su intimidad, Dios ha querido revelarse al hombre y darle la gracia de poder acoger en la fe esa revelación. Sin embargo, las pruebas de la existencia de Dios pueden disponer a la fe y ayudar a ver que la fe no se opone a la razón humana.

El conocimiento de Dios según la Iglesia (CIC 36-38)

“La santa Iglesia, nuestra madre, mantiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas” (Vat I Ds 3004; Vat II, DV 6). Sin está capacidad el hombre no podría acoger la Revelación de Dios. El hombre tiene esta capacidad porque ha sido creado “a imagen de Dios” (Gen 1, 26)

Sin embargo, en las condiciones históricas en que se encuentra, el hombre experimenta muchas dificultades para conocer a Dios con la sola luz de su razón.

Por esto el hombre necesita ser iluminado por la Revelación de Dios, no solamente acerca de lo que supera su entendimiento, sino también sobre “las verdades religiosas y morales que de suyo no son inaccesibles a la razón, a fin de que puedan ser, en el estado actual del género humano, conocidas de todos sin dificultad, con una certeza firme y sin mezcla de error “ (DV 6).

Cómo hablar de Dios (CIC 39-43)

Al defender la capacidad de la razón humana para conocer a Dios, la Iglesia expresa su confianza en la posibilidad de hablar de Dios a todos los hombres y con todos los hombres. Esta convicción está en la base de su diálogo con las otras religiones, con la filosofía y las ciencias, y también con los no creyentes y los ateos.

Puesto que nuestro conocimiento de Dios es limitado, nuestro lenguaje sobre Dios lo es también. No podemos nombrar a Dios sino a partir de las criaturas, y según nuestro modo humano limitado de conocer y de pensar.

Todas las criaturas poseen una cierta semejanza con Dios, muy especialmente el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. Las múltiples perfecciones de las criaturas (su verdad, su bondad, su belleza) reflejan, por tanto, la perfección infinita de Dios. Por ello, podemos nombrar a Dios a partir de las perfecciones de sus criaturas, “pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor” (Sb 13, 5)

Dios trasciende todo criatura. Es preciso, pues, purificar sin cesar nuestro lenguaje de todo lo que tiene de limitado, de expresión por medio de imágenes, de imperfecto, para no confundir al Dios “inefable, incomprensible, invisible, inalcanzable” con nuestras representaciones humanas. Nuestras palabras humanas quedan siempre más acá del misterio.

Al hablar así de Dios, nuestro lenguaje se expresa ciertamente de modo humano, pero capta realmente a Dios mismo, sin poder, no obstante, expresarlo en su infinita simplicidad. Es preciso recordar, en efecto, que “entre el Creador y la criatura no se puede señalar una semejanza tal que la diferencia entre ellos no sea mayor todavía, y que nosotros no podemos captar de Dios lo que Él es, sino solamente lo que no es y cómo los otros seres se sitúan con relación a Él.


La Religión y el Fenómeno Religioso:

RELIGIÓN[1]: El vocablo “religión” significa relación con Dios. Se usa ordinariamente para indicar una forma concreta y estructural, histórica y cultural, es decir, una de las religiones existentes. También puede significar el conjunto de elementos básicos de la religión: verdades o creencias, moral, ritos, fórmulas, ofrendas, etc.
Toda religión ofrece un concepto de salvación y unos medios para alcanzarla, en relación con Dios o con la verdad y el bien absoluto. En cuanto que se busca esta salvación por medio de la “religión”, se indica la “relación” con Dios o con la trascendencia.
La actitud religiosa consiste en la búsqueda del significado integral de la existencia humana, de la historia y de todo el cosmos, en relación con Dios (el absoluto, trascendente), que es la fuente de todo (el Creador) y hacia quien se orienta todo. La búsqueda de la verdad y del bien, que es innata en todo corazón humano, se concreta en una búsqueda de quien es la Verdad y el Bien.
En toda cultura aparece una triple relación: con el cosmos, con los semejantes, con la trascendencia. La relación respecto a la trascendencia, más o menos explícita y personal, se llama religión. Este dinamismo hacia el más allá se encuentra en la misma pregunta que todo ser humano se hace sobre el sentido de su existencia: su origen, su finalidad... Por esto, en todo pueblo y cultura se encuentran una o varias religiones, como formas diversas de expresar el sentido de la trascendencia y de “relación” con el Absoluto (Dios). El hecho religioso es una constante histórica y cultural en todos los pueblos y en todas las épocas de la historia.
La religión indica una fuerte relación con Dios o con lo “sagrado”, es decir, con la trascendencia, el más allá, lo “oculto”, el “misterio”. Ordinariamente, las religiones expresan esta relación con el Creador personal, “Dios”, que es principio y fin de todo. Las narraciones de los hechos religiosos se expresan, a veces, con lenguaje mítico, que tiene su propio valor humano y popular.
Los actos de religión son medios para relacionarse con Dios o con la trascendencia: ritos, oraciones, ofrendas. Estos actos pueden ser personales o comunitarios, y tienden a expresar la adoración, alabanza, gratitud, petición, repetición. De este modo se reconoce que Dios es el primer principio, de quien procede todo y que es más allá de todo (adoración); pero, al mismo tiempo, se manifiesta una cierta confianza o unión con su poder o su bondad, según los casos.
La oración es considerada como el corazón de la religión, porque manifiesta el deseo de relación y encuentro.

Religiones[2]: La diversidad de religiones es debida a las diversas perspectivas de enfocar la relación del hombre con Dios, especialmente debido a las manifestaciones culturales condicionadas a la psicología, historia y sociología. En realidad, toda religión busca la verdad, el bien y la belleza, para dar sentido a la vida, aunque con las luces no faltan sombras, limitaciones, defectos y errores. El modo peculiar de relacionarse con Dios o la trascendencia repercutirá en los conceptos sobre el hombre y la creación. Esos mismos conceptos o intuiciones originarán otros tantos modos de concebir y practicar la religión.
Las diversas religiones han ido naciendo en los diversos pueblos y culturas bajo la acción providencial del mismo Dios, a veces por medio de personas dotadas de una fuerte experiencia religiosa. “Ya desde la antigüedad y hasta nuestros días se encuentra en los diversos pueblos una cierta percepción de aquella fuerza misteriosa que se halla presente en la marcha de las cosas y en los acontecimientos de la vida humana y a veces también el reconocimiento de la Suma Divinidad e incluso del Padre. Esta percepción y conocimiento penetra toda su vida con íntimo sentido religioso. Las religiones, al tomar contacto con el progreso de la cultura, se esfuerzan por responder a dichos problemas con nociones más precisas y con un lenguaje más elaborado” (NAe 2)
También las religiones no cristianas, son “expresión viviente del alma de vastos grupos humanos. Llevan en sí mismas el eco de milenios a la búsqueda de Dios; búsqueda incompleta pero hecha frecuentemente con sinceridad y rectitud de corazón. Poseen un impresionante patrimonio de textos profundamente religiosos. Han enseñado a generaciones de personas a orar (EN 53). De ellas se puede decir que contienen “semillas del Verbo” y constituyen una auténtica “preparación evangélica” (AG 11, 18; RMi 28)

Encuentro actual entre las religiones

El encuentro entre todas las religiones es un fenómeno de nuestro tiempo, debido a las migraciones, relaciones sociales, medios de comunicación, etc. Se vislumbra una sociedad mundial concentrada en grandes ciudades cosmopolitas, interreligiosas, interculturales, interraciales e interlingüísticas. En esta situación, todo creyente debería estar preparado para afirmar y vivir su propia fe, apreciando, al mismo tiempo, los valores religiosos de los demás, que también proceden del mismo y único Dios.
El encuentro con el cristianismo es también un cuestionamiento de la vida de los creyentes, puesto que están llamados a presentar la novedad cristiana del Hijo de Dios hecho hombre, que no ha venido a abolir, sino para llevar todo a su “cumplimiento” (Mt 5, 17). Por esto la actitud cristiana de anuncio y diálogo “no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo, que es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas (NAe 2)
Jesucristo y las Religiones

En Jesucristo, el Verbo Encarnado, Dios se manifiesta de modo definitivo, trascendiendo culturas y épocas diversas, asumiendo la preparación evangélica que ya existe en la humanidad desde la primera revelación hecha por Dios a Adán, Noé, Abraham, Moisés. El cristianismo aporta la respuesta definitiva a las religiones monoteístas y proféticas (hebraísmo, islam, etc.) que quieren encontrar a Dios en los acontecimientos, interpretándolos con la palabra divina (la “revelación”). Y es también la respuesta a las religiones místicas, que buscan a Dios (o al Absoluto) en el fondo del corazón humano.

(Se puede seguir profundizando el tema hablando del DIÁLOGO INTERRELIGIOSO Y ECUMÉNICO).



[1] ESQUERDA BIFET J., Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998, Pg 624-625
[2] ESQUERDA BIFET J., Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998, Pg 625-627